Balcarce es una ciudad con alma de pueblo. Muchas veces suele decirse que en las localidades pequeñas hay poco para hacer, hasta se podría decir que, eso de “hay poco para hacer”, casi funciona como cliché para describir a lugares del interior. Sin embargo, la tarde del 16 de febrero, mientras llovía, caminaba por una de las calles del centro. La postal de ese atardecer era el asfalto mojado, los locales vacíos y el único cine de la ciudad, abierto, por suerte. El mismo que en su fachada aún conserva su nombre original: Cine Moderno. Aunque hoy se llama Cine París.
No entraba a la sala desde hacía más de dos décadas, tras ausencias personales y la sala cerrada durante un par de años. La cartelera digital exhibía las funciones del día. Eran tres opciones y un mismo estreno: Ant-Man and the Wasp: Quantumania (2022). La misma película que tuve la posibilidad de ver días anteriores en una función privada. El tren de Marvel pasó dos veces, pensé. La primera se me pasó, la segunda adentro.
Sentí en esa lluvia nostalgiosa una doble curiosidad: por un lado ver cómo se encontraba el cine, mi primer cine, donde fui a ver por primera vez una película en los años ochenta, junto a los compañeritos del jardín. No recuerdo el título. Si recuerdo haber visto ahí La sirenita (1989). Poco recordada cómo era el interior. Quizás, lejanamente, algo de esa propia oscuridad brindada por el cine, pero solo eso. Y al mismo tiempo, lo otro que me llamaba la atención, y sin ser un fan de los cómics y de los superhéroes, tenía ganas de conocer esta famosa saga (no soy muy marveliano). Saqué la opción 3D, a las 20:30hs. Los comercios comenzaron a cerrar. Quedaban caminando los perros buscando un refugio.
Cuando ingresé me dieron las gafas para este tipo de función. Las lámparas en las paredes parecían las originales, pero miento si digo que eran las mismas desde la última vez que entré. En todo caso eran verosímiles a ese recuerdo. El público estaba comprendido en su mayoría por adolescentes y algunos adultos, entre ellos quien escribe. Treinta personas en el estreno, con toda la furia. Antes de cruzar la cortina pensé encontrar el cine vacío, sinceramente.
Sin butacas numeradas, las personas masticando pochoclo, apareció la luz en la pantalla. La ilusión, la nostalgia y la expectativa. Empezó la función. Como es lógico en una estructura lineal y simple primero fue la presentación de los personajes, sin muchas complicaciones. Entre ellos, el protagonista, el carismático Paul Rudd, quien viene de protagonizar las dos obras anteriores de la saga. Y sin haberlas visto, comenzaba a darme cuenta que ciertos detalles se me escaparían. No importa, me quedaré con la impresión.
En esa tarde sin mucho para hacer, tenía ante mí un viaje al tiempo, a la ciencia ficción, al cine de mi infancia y también a lo que decía uno de sus personajes: el reino cuántico. Traté de recordar alguna definición clara, precisa, sobre lo el término cuántico. Fue en vano. Porque hoy en día se habla mucho sobre lo que rodea a esa palabra. Ampliaría después, me dije en silencio.
Concentré la atención en la trama, mientras escuchaba a algunos personajes hablar del tiempo y espacio. Y no necesariamente se referían a la lluvia o el clima. No tardé en darme cuenta que el bien triunfaría sobre el mal (tan Hollywood), y que el malo de esta tercera saga es maravilloso, potente y hasta por momentos parece diplomático. Hablamos de Kang, interpretado por Jonathan Majors. Una joyita.
Mientras continuaba navegando en la trama, que no resulta muy compleja salvo el tema, es decir, lo cuántico, se sucedían otros personajes. Pero si hablo de ellos es automáticamente hacer spoiler, y eso no me gusta. Miraba con atención el espacio y las formas con mis gafas, eso del 3D. Pocos colores en una oscuridad que prevalecía.
La película y estar en ese cine era un viaje para reflexionar. Pensaba cómo explicarla en pocas palabras: la primera idea fue entretenimiento puro y duro. En esta película producida por Marvel no faltan persecuciones, la lucha entre el malo y el bueno, o viceversa. El mensaje está bien definido.
Salvo al principio, y pocos minutos más después, al final, la realidad como se la puede entender hoy, en la historia solo es una excusa para meterse en ese mundo cuántico. En ese sentido, la ciencia ficción (aunque en términos concretos hablamos de ficción) habla del espacio y tiempo, disfrazado de aventura. Ese puede ser el punto fuerte del film: habla de algo universal, curioso, mágico. O por lo menos invita a la interrogación.
Es necesario destacar sus efectos especiales, lógico. El elenco, además de Paul Rudd y Jonathan Mayors, el malo y el bueno, acompaña lo suficiente para hacer creíble la historia. Lo completan Evangeline Lilly y Kathryn Newton, y, además, cuenta con las actuaciones de los estelares Michelle Pheiffer, Bill Murray y Michael Douglas. La película está dirigida por Peyton Reed.
En el medio de la función, no sé si por aburrimiento u otros motivos, algunos se levantaban y se iban. Al rato volvían. Tal vez partían a otros universos como en la película y no me daba cuenta. Quién sabe qué podría suceder detrás de la cortina, como ese aparatito que por error envía a los protagonistas al reino quántico. No lo sé. Lo que sí sé es el ruido molesto del piso de madera, algo que definitivamente no cambió.
Al terminar la película salí primero, pensando en esa idea de otros reinos. Llegué a casa y busqué la palabra cuántico. Hay tanta información alrededor de ella, que sería irresponsable hablar al respecto cuando en realidad hay que hablar de la película. En todo caso es una cuestión de que ustedes lo descubran. Y no es este cronista quien los invita, sino la misma web de Marvel lo dice literalmente: “entra al Reino Cuántico”. Y luego, la descripción general: “En la película, que inicia oficialmente la fase 5 del Universo Cinematográfico de Marvel, los socios de superhéroes Scott Lang y Hope Van Dyne regresan para continuar sus aventuras como Ant-Man and the Wasp. Junto con los padres de Hope, Hank Pym y Janet Van Dyne, la familia se encuentra explorando el Reino Cuántico, interactuando con extrañas criaturas nuevas y embarcándose en una aventura que los llevará más allá de los límites de lo que creían posible. Jonathan Majors se une a la aventura como Kang”. Y después nos invita a comprar las entradas.
Lo interesante de este viaje fue lo siguiente: antes de escribir estas líneas miré las otras dos películas. Y de las tres, esta es la más fantástica. Y lo bueno de esta travesía marveliana es que, como le sucede a Ant-Man, me hice chiquito. En el cine el niño de aquellos años, con otro héroe, claro. Después me agrandé. Y acá estamos.
No sé cuando volveré al cine de mi infancia. Pero sé que muchos de los amantes del universo Marvel no se van a desilusionar.
Por Luis Laffargue





