Disney tenía uno de los mayores desafíos a la hora de hacer la versión live action de este clásico de 1989. Porque si bien ya demostró que la tecnología al servicio de las grandes producciones logra que la ilusión de las historias que marcaron la infancia de los espectadores siga intacta, en algunas ocasiones lo consiguió más que en otras.
Ariel (Halle Bailey) es la joven y rebelde hija del rey Tritón (Javier Bardem) que sueña con conocer el mundo de los humanos, algo que las sirenas tienen prohibido. Desoyendo las órdenes, cuando se enamora del príncipe Eric (Jonah Hauer-King) hace un trato con la malvada Úrsula (Melissa McCarthy) para experimentar la vida sobre la tierra, poniendo su vida y la corona de su padre en peligro.
La sirenita (2023) está a la altura de las adaptaciones live action de La Bella y la Bestia (2017) y Aladdin (2019). Fiel al argumento original, solo tiene pequeñas escenas agregadas que suman a la historia y la completan.
Las imágenes están tan bien logradas que introducirán al espectador al mundo submarino sin escalas; mientras que la banda sonora lo transportará a lo mejor de su niñez. Un combo que, probablemente, haga que se vaya cantando del cine. Las participaciones del cangrejo Sebastián, el pez Flounder y el ave Scuttle consiguen algunos de los mejores momentos del film.
Se sabe que Disney apuesta a la inclusión en sus últimas producciones -ya sea de forma genuina o porque la sociedad lo reclama- y que por esa razón se generó una ola mediática sobre la elección de la protagonista. Debate que no debería haber existido dado que Bailey está a la altura de este protagónico: actúa y canta de forma magnífica, y le aporta a Ariel una calidez que traspasa la pantalla.
La sirenita es una película que tiene la única pretensión de que el público disfrute. Los que la conocen volverán a saber por qué es una de sus preferidas y los que se acercan a ella por primera vez la amarán de igual forma.
Por Jimena Díaz Pérez
