“La memoria que habitamos es un viaje al pasado, hacia la reconstrucción de un crimen que cambió nuestra historia” es una frase dentro de un largo texto alojado en la web del portal de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Esas primeras cuatro palabras hacen alusión al documental del que se hablará a continuación, que proviene de Mar del Plata y de realizar un interesante recorrido internacional. Acaba de estrenarse en el cine Gaumont el pasado 22 de febrero.
Este registro audiovisual, una producción que tuvo dos años de trabajo, además de ser un documento histórico para la “ciudad feliz” y el país, es el relato sobre el crimen de la estudiante Silvia Filler en 1971.
Es un proceso sobre cómo se hace el cine, también. Puntualmente, desde una institución pública. El resultado es como ver piezas de un rompecabezas, que busca armar un paisaje, tal vez político, cultural y social, en cualquiera de los órdenes.
No aburre, porque está contado de una forma clara, precisa. Los puntos de tensión están bien ubicados. Avanza con cierta temporalidad clásica de los documentales, con ciertas licencias.
Hay testimonios, material de archivo, ubicación de las cámaras, y la narrativa en sí confluyen. Hay una estética: incluso pensar cómo era el tono de una pared, arriesgarse a contar algo de esa realidad histórica, construirla. Porque esas texturas ubicadas en el edificio donde sucedió el fatal episodio aun hablan.
Producido por la universidad pública en su totalidad. Algo poco común, ya que el espectador argentino está acostumbrado, por decirlo de alguna manera, a producciones privadas. Aquí no es el caso.
A partir de un hecho concreto, acontecido poco más de cinco décadas atrás, se entra en un debate en la actualidad (uno de los tantos posibles): la universidad y los jóvenes. Aunque, lógicamente, los tópicos son varios, se amplían. Cada espectador encontrará cuál es el tema principal, ya que son muchos.
Días de película habló al terminar la función con su director, Diego Ercolano.
– ¿Cómo surgió la idea?
– Teníamos la idea de hacer sí o sí una película documental, fue una propuesta de la Universidad. Hay como dos hitos en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Uno es el caso de Coca Maggi y otro es el de Silvia Filler. Se cumplían 50 años de este último y empezamos por ahí. Ahora estamos con el caso de Coca Maggi.
– ¿Cómo fue la recepción en Mar del Plata?
– Muy buena. Llenamos tres funciones en el Teatro Colón en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, dos funciones a sala llena en el Teatro Auditorium. En todos los lugares donde se exhibió fue muy bien recibida.
– ¿Los chicos y las chicas están todo el tiempo en el documental? ¿Conocían el caso?
– Algunos conocían porque es un colegio universitario (Colegio Nacional Arturo Illia), funciona dentro de la Universidad Nacional de Mar del Plata, pero gran parte desconocía la historia. Fue muy buena la conexión que se generó con Lila Filler (una de las protagonistas del documental), hermana de Silvia Filler. Hay una escena donde ella les cuenta la historia y retrata eso. A partir de ahí hubo muchísimo respeto con los chicos y las chicas que acompañaron en todo el proceso y en los ensayos. Se generó algo muy lindo con Lila y ellos. Y entre la protagonista, Clarita, y ella también.
– ¿El caso se mantenía vigente en la comunidad marplatense?
– Sí, es un caso muy conocido. Y con los 50 años y la película se revivió. Es un caso trascendental en la ciudad.
– ¿A medida que avanzaba la producción, el concepto de “memoria” fue variando?
– Algo que nos propusimos desde el principio es contar la película y hablar de la memoria para los jóvenes, y eso está, me parece. Lo que sí cambió es mi mirada sobre Silvia, porque siento que la conozco mucho más. Ahí hay una variación. Era un hecho muy simbólico de un momento político del país y de la ciudad. Y ahora para mí es la hermana de Lila, que es una persona que quiero. Se generó un vínculo.
– Se entiende que se deben haber generado un montón de vínculos…
– Exactamente. Y eso que creo que solo el cine lo puede generar. Se reconfiguraron un montón de miradas del pasado con algo del presente, y los chicos lo llevan para adelante, para el futuro.
– ¿Cuál fue el recorrido internacional?
– Estuvo en Italia y España. La gente la relaciona con situaciones que se están viviendo en todos lados. Hay situaciones ideológicas muy parecidas. La ultraderecha está en este momento con un nivel de violencia fuerte. En España hablamos con estudiantes con cosas similares que sucedían en Madrid. Es un tema que se universaliza y en un momento bastante parecido. Los jóvenes y los grandes también vuelven a discutir cuestiones que parecían ya estar zanjadas.
– ¿Cómo es producir desde una universidad pública? ¿Sos parte de la Universidad?
– Sí, trabajo en la dirección de contenidos que es donde se gestó la película. Para mí fue una experiencia muy buena. Veníamos haciendo cortometrajes y este es el primer largometraje. Tuvimos todo el apoyo de la Universidad. Nos dieron libertad de laburo y estuvimos trabajando durante dos años. Ahora hay que ver cómo continúa la cuestión presupuestaria con las universidades, para saber si vamos a seguir haciendo películas.
– ¿Están conformes con el resultado?
– Sí. Miré la película muchas veces y a veces pienso que hay cosas que se podrían hacer mejor, pero siempre pasa eso. La gente nos devuelve algo lindo cuando la ve, y viene haciendo un camino interesante. Y después de casi un año y medio de un recorrido por festivales internacionales, esta es la presentación comercial.
La memoria que habitamos estará presente del 22 al 28 de febrero en el Cine Gaumont.
Un ejemplo de trabajo colectivo, invitando, en cierto sentido, a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la memoria que habitamos?
Por Luis Laffargue